Ricardo Pellican
Today a contribution by Rodrigo about the Argentine jazz guitar player Ricardo Pellican. Enjoy it. If you want to share your passion for a jazz musican feel free to forward it to me
Su música podría definirse en primer lugar como norteamericana, pero no lo es; en segundo lugar podría ser europea (acá entraría el gipsy swing del Quinteto del Hot Club de Francia), pero no lo es; y en tercer lugar, como jazz argentino y porteño (todas mezclas de jazz y tango que puedan inventar los porteños), pero no lo es. Ricardo es periferia. Los tres primeros escalones de la consagración (EEUU, Europa, luego Buenos Aires) son el otro, son los espacios a los cuales tiene que trasladarse para hacerse escuchar o para tocar con los mejores músicos (Oscar Alemán, Baby López Fürst, Walter Malosetti, Didier Lockwood, Joe Pass, Paquito de Rivera, Jim Hall, Herb Ellis, Pascal De Loutchek y otros).
Pelican es un gran músico porque no cae en el facilismo de la fórmula saturada del músico de jazz fusión que cree hacer buena música sólo porque simula colocar en una licuadora musical a todos los géneros posibles, como si el valor estético de una pieza se midiera por la mezcla arbitraria. No quiero criticar con esto a músicos –como puede ser Astor Piazzolla- que fueron los primeros en fusionar el jazz en el país, sino llamar la atención sobre el fenómeno de la mezcla compulsiva y la poca autenticidad de los músicos argentinos y otros músicos latinoamericanos que en la actualidad insisten en mezclar el jazz con el ”color local” de la música típica de cada región. Ricardo no necesitaba de esto.
Dijo Borges (1) que la ausencia de camellos en el Corán era la verdadera prueba de que Mahoma experimentaba realmente su ser árabe: de la misma manera la ausencia del elemento regional, del pintoresquismo tedioso y repetitivo, en la música de Ricardo, nos muestra su verdadera Argentinidad. Ricardo no va a necesitar de bandoneones para mostrarse como músico de jazz argentino.
La música de Ricardo se construye en el espacio siempre distante del oeste del gran Buenos Aires, en El Palomar, que es una localidad que ni siquiera es la cabecera de partido de una municipalidad que está en las orillas de la capital del un país austral, cuya lejanía podría causar horrores a más de uno. Ricardo se mueve con libertad, puede entrar y salir sin tener sobre sus espaldas ese factor latinoamericano que mueve a gran parte de los músicos en la actualidad.
Un sentimiento de compasión hacia aquellos que nunca podrán escuchar a Ricardo, me hace querer terminar estas pocas palabras recordando uno de los mejores recitales de jazz que vi en mi vida, que tuvo lugar en un barcito llamado “El Tanque”. El lugar era pequeño pero decente. La noche; una de esas noches de amigos, cervezas y meseras hermosas moviéndose con gracia bandeja en mano. El recital habrá durado tres horas a pleno Gipsy Swing.
Esa noche viví un recital donde virtuosismo extremo y goce estético no se excluyeron. Todo vibraba con las cuerdas del swing.
Esto fue lo único: Ricardo sonreía (humildad y buena onda es ley) y cerraba los ojos según la intensidad de cada nota, y la gente lo acompañaba por momentos moviendo el pie o la mano, y en otros, con silencios que parecían revelar más de un gran misterio. Público y músico afinaban perfectamente: este tipo de cosas, que ahora entran como un pequeño detalle de un recital, son las cosas que se viven con la música de Ricardo, sin duda alguna uno de los mejores músicos y docentes del Jazz argentino de los últimos años, y creo que claro está, uno de los más auténticos.
By Rodrigo
Su música podría definirse en primer lugar como norteamericana, pero no lo es; en segundo lugar podría ser europea (acá entraría el gipsy swing del Quinteto del Hot Club de Francia), pero no lo es; y en tercer lugar, como jazz argentino y porteño (todas mezclas de jazz y tango que puedan inventar los porteños), pero no lo es. Ricardo es periferia. Los tres primeros escalones de la consagración (EEUU, Europa, luego Buenos Aires) son el otro, son los espacios a los cuales tiene que trasladarse para hacerse escuchar o para tocar con los mejores músicos (Oscar Alemán, Baby López Fürst, Walter Malosetti, Didier Lockwood, Joe Pass, Paquito de Rivera, Jim Hall, Herb Ellis, Pascal De Loutchek y otros).
Pelican es un gran músico porque no cae en el facilismo de la fórmula saturada del músico de jazz fusión que cree hacer buena música sólo porque simula colocar en una licuadora musical a todos los géneros posibles, como si el valor estético de una pieza se midiera por la mezcla arbitraria. No quiero criticar con esto a músicos –como puede ser Astor Piazzolla- que fueron los primeros en fusionar el jazz en el país, sino llamar la atención sobre el fenómeno de la mezcla compulsiva y la poca autenticidad de los músicos argentinos y otros músicos latinoamericanos que en la actualidad insisten en mezclar el jazz con el ”color local” de la música típica de cada región. Ricardo no necesitaba de esto.
Dijo Borges (1) que la ausencia de camellos en el Corán era la verdadera prueba de que Mahoma experimentaba realmente su ser árabe: de la misma manera la ausencia del elemento regional, del pintoresquismo tedioso y repetitivo, en la música de Ricardo, nos muestra su verdadera Argentinidad. Ricardo no va a necesitar de bandoneones para mostrarse como músico de jazz argentino.
La música de Ricardo se construye en el espacio siempre distante del oeste del gran Buenos Aires, en El Palomar, que es una localidad que ni siquiera es la cabecera de partido de una municipalidad que está en las orillas de la capital del un país austral, cuya lejanía podría causar horrores a más de uno. Ricardo se mueve con libertad, puede entrar y salir sin tener sobre sus espaldas ese factor latinoamericano que mueve a gran parte de los músicos en la actualidad.
Un sentimiento de compasión hacia aquellos que nunca podrán escuchar a Ricardo, me hace querer terminar estas pocas palabras recordando uno de los mejores recitales de jazz que vi en mi vida, que tuvo lugar en un barcito llamado “El Tanque”. El lugar era pequeño pero decente. La noche; una de esas noches de amigos, cervezas y meseras hermosas moviéndose con gracia bandeja en mano. El recital habrá durado tres horas a pleno Gipsy Swing.
Esa noche viví un recital donde virtuosismo extremo y goce estético no se excluyeron. Todo vibraba con las cuerdas del swing.
Esto fue lo único: Ricardo sonreía (humildad y buena onda es ley) y cerraba los ojos según la intensidad de cada nota, y la gente lo acompañaba por momentos moviendo el pie o la mano, y en otros, con silencios que parecían revelar más de un gran misterio. Público y músico afinaban perfectamente: este tipo de cosas, que ahora entran como un pequeño detalle de un recital, son las cosas que se viven con la música de Ricardo, sin duda alguna uno de los mejores músicos y docentes del Jazz argentino de los últimos años, y creo que claro está, uno de los más auténticos.
By Rodrigo
This contribution is also posted at my Keep swinging blog spot
2 Comments:
For more information visit:
www.ricardopellican.com.ar
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Hans
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